“EL ENEMIGO DE LA FAMILIA”
- daughterofcortes
- Oct 7, 2023
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En las últimas décadas, nuestra progresista sociedad se ha dedicado, con gran ahínco, a eliminar principios morales, trastocar profundas creencias y, en su loca carrera por alterar todo, no ha respetado siquiera el sagrado vínculo del matrimonio, institución sobre la cual se cimenta la célula básica para el crecimiento humano, la familia. Basta con mirar alrededor para observar el daño que la legalización del divorcio, en nombre de la autonomía y la libertad, ha hecho al matrimonio. Dicha institución natural, cuya fortaleza reside, en gran parte, en su carácter permanente conseguido gracias a la voluntad, a la generosidad y al sacrificio del marido y la mujer, quienes se esforzaban por permanecer unidos a pesar de los problemas y las crisis, fue rebajada a un contrato a través del cual, dos personas, permanecen juntas mientras dura la ilusión, que rápidamente mengua ante los contratiempos de la vida y los defectos del cónyuge, muchas veces vistos con lente de aumento. Así, en nuestra egoísta y materialista sociedad, son muchos los que huyen ante la exigencia de sacrificio que conlleva el verdadero amor el cual, parafraseando a Chesterton: “ni es ciego, ni es libre; pues el amor es tenaz y, cuanto es más tenaz, es menos ciego”.
El divorcio, que poco a poco fue aceptado por la sociedad a fin de liberar a las mujeres del “hombre malvado, dominante e infiel”, ha dejado a la mujer tan “emancipada” que ahora el marido la puede dejar por cualquier razón o sin razón alguna (y viceversa). Ya que, como es común en este tipo de “leyes progresistas”, se pasó rápidamente, del divorcio permitido solo en casos muy graves, al cada vez más extendido, divorcio sin culpa. Dicho divorcio, que generalmente beneficia a la parte interesada en romper el matrimonio, ha tenido como consecuencia el que varios matrimonios en crisis, en lugar de tratar de solucionar sus problemas, se esfuercen en anticipar los movimientos del cónyuge por temor a que, en una jugada no prevista, se adelante a meter la demanda del divorcio quedándose con la casa, con los hijos y hasta con la mascota. Huelga decir que debido al divorcio, la infidelidad en el matrimonio ha aumentado exponencialmente, derrumbando el mito de que, el tener abierta la puerta de salida incitaría, a ambos cónyuges, a luchar constantemente por mantener viva la “llama del amor”. La realidad es que muy pocos están dispuestos a dedicar (y sacrificar) su vida entera a hacer feliz a una persona que, en cualquier momento, puede decidir que necesita a “alguien o algo diferente” para conseguir la tan anhelada “realización personal”.
Si bien el divorcio, para la mayoría de las personas, sigue siendo un hecho lamentable, también se ve como algo inevitable, a pesar de la profunda herida que éste causa a muchos cónyuges que son descartados y rápidamente reemplazados; ni que decir de los innumerables hijos a quienes la separación de sus padres les provoca un gran daño emocional. Pues el divorcio se considera un proceso doloroso pero necesario, ya que la opinión general es que, por malo que éste sea, un matrimonio sin “amor” es aún peor. Desafortunadamente, desde hace algunos años, el divorcio, incluso entre los católicos, es considerado una triste realidad que, aunque lejos de ser lo óptimo, es necesario aceptar pues hoy en día, prácticamente todos tenemos al menos un familiar cercano divorciado y vuelto a “casar”. Así, cada vez son más frecuentes las llamadas “patchwork families”, nombre que se les da a las familias que tienen un nuevo hijo en común o a las cuales, los hijos de uno conviven “en armonía”, con los hijos del otro cual si fuesen “hermanos”, con los peligros que representa el que niños y adolescentes de sexo opuesto, sin ningún parentesco, vivan bajo el mismo techo.
La familia, que al decir de Chesterton es: “El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen…” es el núcleo de la sociedad, por lo que la sociedad depende del auge o decadencia de ésta. Desafortunadamente, la fácil disolución del matrimonio ha dejado a la familia vulnerable ante los cada vez más implacables ataques del enemigo quien, a través de leyes arbitrarias e inmorales, está destruyendo a la familia y por ende al hombre. La trivialización del matrimonio ha dejado a muchos adultos solos y heridos y a los jóvenes los ha sumido en la desesperanza al robarles hasta la fe en el verdadero amor. No en balde, muchos de ellos no tienen el más mínimo deseo de casarse. ¿Para qué, si la mitad de los matrimonios terminan en divorcio?
La salvación de la familia solo será posible si recuperamos la sacralidad del matrimonio cristiano el cual establece un vínculo sagrado entre un hombre y una mujer que, a través de su unidad, exclusividad, permanencia y apertura a la vida y, en virtud de la gracia recibida, dan testimonio del amor de Dios. Además, pocas cosas en la vida valen tanto la pena y el esfuerzo como tener un matrimonio de esos que nos recuerdan los finales felices de los cuentos infantiles; de esos, desafortunadamente, cada vez menos comunes, matrimonios para toda la vida. Recuperemos el carácter sobrenatural del matrimonio cristiano como medio de santificación, pues como afirma San Juan Crisóstomo: “Si un hombre y una mujer se casan para ser compañeros en el viaje hacia el cielo, entonces su unión les traerá gran dicha”.
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