“FECUNDACION IN VITRO”
- daughterofcortes
- Dec 1, 2024
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En nuestra sociedad que al rechazar la moral objetiva, dirige y justifica sus actos en base a sentimientos, emociones y deseos; son ya muchos quienes, bajo la excusa de hacer realidad el sueño de tener un hijo, consideran moralmente aceptable la fecundación in vitro; siendo en los Estados Unidos el 82%. (1) Ya que durante las últimas décadas, dicho procedimiento, a pesar de su alto costo, se ha extendido rápidamente al grado que, de acuerdo con el Dr. Zev Williams, director del Centro de Fertilidad de la Universidad de Columbia, en la Unión Americana alrededor del 2% de los nacimientos (más de 8 millones de bebés) deben su nacimiento al uso de dicha técnica. (2)
Debido a que la inseminación artificial, que facilita a los espermatozoides su llegada en el momento de la ovulación, no siempre tiene el “éxito” esperado es común que muchas de las parejas que utilizan dicho método acaben recurriendo a la fecundación in vitro, técnica a través de la cual, el óvulo y el espermatozoide son unidos en el laboratorio. Una vez fecundado, el óvulo se convierte en embrión y se coloca en el útero de la mujer para que se desarrolle. Estos dos métodos son inmorales debido a que en ambos los espermatozoides son obtenidos de modo ilícito (masturbación) asimismo, en no pocas ocasiones, el esperma no es del marido sino de un “donante” y además, el proceso de fecundación no se realiza mediante el acto conyugal sino como una acción independiente de éste. Por si esto fuese poco, la fecundación in vitro tiene otros agravantes ya que, no solo el semen sino también los óvulos, pueden ser de “donantes” sin contar con que, en ocasiones, el embrión es implantado en el vientre de una tercera persona (gestación subrogada) dando lugar a casos en los que un bebé, además de haber sido gestado en un vientre alquilado, tiene una madre y un padre biológico, distintos a sus padres legales.
Como si esto no fuese suficiente, en la gran mayoría de los casos, se suelen fecundar de cinco a quince óvulos a fin de poder implantar en el útero no menos de tres embriones (en ocasiones más) debido a que si se implanta uno solo, la posibilidad de lograr el embarazo es muy baja. En el caso fortuito de que se lleguen a desarrollar, dentro del útero, más de uno, es común que el médico recomiende un "aborto selectivo” al cual acceden varias personas que, están dispuestas a todo con tal de tener uno o dos hijos mas no están “preparados” para tener más hijos de los “planeados”. Por otro lado, los embriones que no son implantados son congelados (en ocasiones indefinidamente), otros son utilizados para diversos experimentos y otros son “simplemente descartados” cual si fueran productos residuales y no vidas humanas dotadas de un alma inmortal desde el momento de la fecundación. Eso, sin olvidar que, en algunos casos, se donan los embriones a otras parejas (varias de ellas del mismo sexo) con el riesgo, además, que implica el que haya, sin saberlo, varios hermanos de sangre dispersos por el mundo.
En los Estados Unidos, además, las clínicas no están obligadas a revelar el número total de embriones que crean, cuántos almacenan indefinidamente o cuántos destruyen y por qué motivos lo que hace muy difícil conocer la cifra real. De hecho, dichos centros ni siquiera están obligados a revelar sus estadísticas sobre la aplicación de exámenes genéticos, los cuales se cree que son utilizados por más del 70% de los centros de fertilidad a fin de seleccionar el sexo. (3)
Si bien el diagnóstico y el tratamiento del problema de infertilidad es lícito a través de medicamentos y hasta de intervenciones quirúrgicas que habiliten al hombre y/o a la mujer a ser padres, las técnicas de ayuda a la fertilidad, de acuerdo con el magisterio perenne de la iglesia, deben respetar tres bienes fundamentales: 1) el derecho a la vida y a la integridad física de cada ser humano desde la concepción hasta la muerte natural; 2) la unidad del matrimonio, que implica el respeto recíproco del derecho de los cónyuges a convertirse en padre y madre solamente el uno a través del otro y 3) los valores específicamente humanos de la sexualidad, que exigen que la procreación de una persona humana sea querida como el fruto del acto conyugal específico del amor entre los esposos que, se hacen cooperadores con Dios, para donar la vida a una nueva persona. (4)
Desafortunadamente, vivimos en una sociedad que, de acuerdo con los intereses y anhelos de los adultos, los niños son evitados, limitados, eliminados y/o fabricados en la frialdad de un laboratorio en el cual es posible escoger, al menos el sexo cuando no algunas otras características. Así, estamos haciendo realidad la aberración de ordenar bebés de la carta cuya vida se deben a la creación de muchas otras que jamás verán la luz del sol pues permanecerán congeladas por varios años para ser finalmente destruidas o utilizadas para experimentación. Ya que, la sociedad que ya no recibe a los hijos como un don de Dios los ha convertido en un producto, un objeto de lujo sobre el cual se tiene el derecho de disponer cuándo y cómo se quiera.
Hemos olvidado que el hijo no es un derecho sino un don, el más excelente del matrimonio y que además, todo niño tiene el derecho natural de ser fruto del acto específico del amor conyugal de sus padres, de crecer con ambos y de ser respetado como persona desde el momento mismo de su concepción. Manipular la vida, por más que se disfrace de ciencia y progreso, es jugar a ser dioses olvidando nuestra condición de criaturas y, como tales, totalmente dependientes de Dios. Recordemos que un mundo que vive como si Dios no existiese está labrando su propia destrucción y que solo siguiendo las enseñanzas perennes que Cristo nos dejó, a través de Su iglesia, podremos encontrar esa vida en abundancia, esa vida eterna que tanto anhelamos y que ha prometido a quienes son fieles a Él.
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