“LO QUE LA MUJER DEBE AL CRISTIANISMO”
- daughterofcortes
- Dec 27, 2023
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El feminismo, al negar la diferencia natural entre hombres y mujeres, ha destruido a muchas mujeres que, al renunciar a su esencia, se han llenado de amargura, resentimiento y soledad. A pesar de esto, los paladines de dicho movimiento, en lugar de hacer un crítico examen a la ideología que ha traído tanta discordia y desdicha, han endosado al cristianismo la responsabilidad de la insatisfacción de muchas mujeres que, a pesar de gozar no solo de innumerables derechos sino de varios privilegios, alegan ser víctimas de la tiránica opresión del varón, ejercida con la bendición de la iglesia. No obstante la amplia aceptación de dicha teoría, la realidad es que no hay religión, ni movimiento, ni sistema que haya hecho más a favor de la mujer que el cristianismo, el cual elevó la dignidad, la libertad y los derechos de las mujeres a niveles nunca vistos.
Para apreciar el grado en el cual las enseñanzas cristianas transformaron y beneficiaron a la mujer, es importante comprender cuál era su situación, antes de Cristo, en el Imperio más poderoso y desarrollado de la época, el Romano. En éste, las mujeres tenían muy poco valor social y las familias daban prioridad a los vástagos varones, por lo que el infanticidio femenino o el abandonar a las hijas al nacer era algo común. Además, a las niñas se les casaba, sin su consentimiento, a partir de los doce años y, en caso de que enviudaran eran presionadas para que se volviesen a casar. Según el derecho romano, el Pater Familias, tenía un poder supremo, absoluto y, no pocas veces, tiránico sobre su esposa y sus hijos. Asimismo, el historiador británico Edward Gibbon, en su “Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano”, afirma que, en dicho imperio, la sociedad era sumamente promiscua y depravada y la fidelidad matrimonial no era una práctica común. Sin embargo, había un doble rasero puesto que la Ley Julia sobre el adulterio (Lex Iulia de Adulteris) del año 18 A. C. tipificaba el adulterio únicamente sobre la base del estado civil de la mujer pues el adulterio era considerado un delito, no contra la moral, sino contra la propiedad del marido. Así, se definía como adulterio el que una mujer casada tuviese relaciones íntimas con un hombre que no fuese su legítimo marido, pero un hombre casado no era culpado de adulterio si tenía relaciones sexuales con una mujer soltera.
Como bien sabemos, las enseñanzas cristianas se oponen a todas estas prácticas. Por ese motivo, los cristianos no practicaban el aborto ni el infanticidio y además, rescataron y acogieron a muchos de los bebés abandonados. También promovieron el respeto y la ayuda a las viudas así como a sus huérfanos. Además, en un ambiente de perversión y decadencia, el matrimonio, elevado por Cristo a sacramento, le otorgó a la mujer el privilegio de elegir si quería o no casarse y con quien. Encima, al prohibir el cristianismo, a ambos sexos, la fornicación, el adulterio y el divorcio, elevó y protegió la dignidad de la mujer. Esta, ya no era vista como propiedad del marido sino como compañera, carne de su carne y a quien, como exhorta San Pablo en su Carta a los Efesios (5:25): “Vosotros, maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla…”
Por otro lado, la vida religiosa ofreció a muchas mujeres una atractiva alternativa a la vida matrimonial que les permitió servir a Cristo y a Su iglesia, desarrollando diferentes aptitudes e intereses, a través de muy diversas labores, pues además de la vida contemplativa había religiosas dedicadas al cuidado de los enfermos, las labores manuales, el estudio, etc. Encima, la devoción a la Santísima Virgen otorgó a la mujer un modelo personificado de santidad y perfección femenina que inspiró a innumerables mujeres, tanto de vida consagrada como a esposas y madres, elevando el estatus de la mujer a nuevas alturas. Y si la devoción mariana supuso para las mujeres un ejemplo extraordinario a seguir, a los hombres los obligó a mirar con respeto, admiración y veneración a la mujer.
Así, la propagación del cristianismo supuso un punto de inflexión en la historia pues al promover las virtudes de la pureza, la modestia, la castidad y la fidelidad; los cristianos, al decir del historiador Edward Gibbon, restauraron la dignidad del matrimonio e implementaron una nueva y elevada moral sexual haciendo una contribución sin precedentes, que llevó al florecimiento de la civilización occidental. Por el contrario, el tan alabado feminismo el cual es, inherentemente anticristiano, a provocado: la guerra de los sexos; el rechazo y la ridiculización de las mejores virtudes de la mujer; la hipersexualización de la mujer que la ha dejado vulnerable y denigrada y el desprecio de la feminidad que ha llevado a la mujer a buscar ser un mal remedo de hombre.
El feminismo ha engañado a muchas mujeres a las cuales las ha hecho renegar de su esencia y desdeñar la aparente pequeñez del hogar y la familia, actualmente, en grave crisis. El camino, solo lo podremos retomar si volvemos los ojos a la Santísima Virgen y nos dejamos guiar por Quien, parafraseando a Santa Teresa de Lisieux: “Con la práctica fiel de las virtudes más humildes y sencillas, ha hecho visible a todos, el camino recto del Cielo.







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