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“MATERNIDAD, HONOR DE LA MUJER”

  • daughterofcortes
  • May 27, 2024
  • 3 min read

En la mayoría de occidente el mes de mayo está dedicado a la madre, esa bella y especial mujer a quien debemos la vida. Paradójicamente, nuestra sociedad que, destina una fecha específica a celebrar a las madres, dedica el resto del año a atacar, ladinamente, la maternidad, a través de perversas ideologías (en especial el feminismo). A tal grado que, se ha logrado ahogar, en muchas mujeres, el innato amor maternal.

 

La aceptación social de los anticonceptivos que posibilitaron a la mujer, “desencadenarse de la esclavitud de la maternidad no deseada” a fin de lograr su “propia realización y autonomía”, fomentó que la maternidad (la cual exige generosidad, abnegación y sacrificio) ya no se viese como una bendición sino como un problema que debe ser limitado cuando no eliminado pues nuestra sociedad, que también ha fomentado la promiscuidad, ha degradado el acto procreativo a un abrazo traicionero, frío y estéril. De ahí que, ante la noticia de un embarazo, muchas mujeres, en lugar de verse embargadas de felicidad, recurran a la “mortal solución” a través de pastillas abortivas o de funestas intervenciones. Esto, con el apoyo de la mayoría de la sociedad que ve “conveniente” que, una madre elimine a su hijo bajo ciertas circunstancias o supuestos, apoyando con ello la destrucción del vínculo entre madre e hijo que, por siglos, se considerase sagrado e inquebrantable. 

 

Debido a ello, son cada vez más las jóvenes que no tienen como prioridad casarse y formar una familia. Más aún, la mayoría de los matrimonios, han dejado de recibir a los hijos como un don y planean, artificial y cuidadosamente, su llegada para el “momento adecuado”. Así, el acto de total y generosa entrega ha sido reemplazado por una acción egoísta centrada en el propio deseo, ya sea de tener o no tener descendencia. De ahí que, la maternidad, esa vocación a la cual están llamadas todas las mujeres (ya sea de manera biológica y/o espiritual) se vea actualmente como una opción más, olvidando que es, precisamente, la capacidad de ser madre, el mayor honor que Dios ha dado a la mujer.

 

Como consecuencia de esto, la madre, que antes se consideraba insustituible, es, actualmente, reemplazada por guarderías, actividades extracurriculares y “expertos” de todo tipo que, apoyados tanto por las ideologías como por las modas del momento, han “profesionalizado” lo que, de buena o mejor manera, se hizo por siglos de manera natural, la crianza de los hijos. Hemos olvidado que, como bien señaló Chesterton: “Nuestros padres no hablaban de psicología; hablaban de un conocimiento de la Naturaleza Humana. Pero ellos la tenían y nosotros no. Sabían por instinto todo aquello que nosotros hemos ignorado con la ayuda de la información. Porque son precisamente los primeros hechos de la naturaleza humana los que ahora ignora la humanidad”.

 

Desafortunadamente, muchas mujeres han sido seducidas por el sugestivo canto de perversas sirenas que afirman que la mujer está llamada a ser algo más que “madre y esposa”. Hemos olvidado que, al rechazar la esencia misma de la naturaleza femenina, el generar vida y nutrir, a través del amor incondicional que da todo sin esperar nada a cambio, la mujer está traicionando su misión más sagrada, la maternidad.

 

Por ello, es indispensable que recobremos y transmitamos la fe y la esperanza que guiaron a tantas generaciones de mujeres. La gran mayoría de ellas no aspiraba a dirigir una ciudad y ni siquiera una compañía pues sabían que, si bien la contribución de la mujer fuera de casa es importante, es en el hogar en donde su labor (despreciable por humilde a los ojos del mundo) es indispensable e invaluable a los ojos de Dios.

 

Para la realización de tan trascendental empresa que Dios ha confiado a la mujer, contamos con el ejemplo de la Madre del Redentor, la Santísima Virgen María. Que guiadas por el ejemplo de Su amor que se complace en la Verdad, no nos contentemos con educar a nuestros hijos para el triunfo momentáneo sino que, nuestro principal objetivo sea, formar hijos para servir a Dios. Tengamos presente que, como nos recuerda Alice von Hildebrand: “El privilegio de ser mujer consiste, precisamente, en que la más perfecta de las criaturas fue mujer y, por ello, las mujeres están llamadas a imitar Sus virtudes: la humildad, el abandono confiado a la Providencia, y la fecundidad física y espiritual que las llama a engendrar a otros para nacer a la vida eterna. Esa es la misión altísima de la mujer, siguiendo el modelo de María, Dios se vale del cuerpo de la mujer para crear un alma nueva, un alma eterna, llamada a gozar de su Amor por toda la eternidad”.

 

 
 
 

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