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“UNA LOCURA MAS”

  • daughterofcortes
  • Oct 28, 2023
  • 4 min read

Nuestra sociedad, a fin de entronar deseos y caprichos individuales, ha desplazado la verdad colocando en su lugar ideologías, a cuál más perversa, y modas, a cuál más absurda. Una de éstas últimas es la "sologamia", como se denomina a la creciente tendencia entre mujeres mayores de treinta años, que deciden, en una solemne ceremonia, jurarse amor eterno, a sí mismas. Esta irrisoria práctica, que comenzó hace algunas décadas, ha tomado, desde hace un par de años, renovada relevancia, especialmente, en los países de habla inglesa. Desafortunadamente, es previsible que esta deplorable moda, la cual está siendo promovida por celebridades y medios de comunicación, siga en aumento en una sociedad que, en aras de satisfacer deseos y caprichos particulares, gusta de sacrificar la verdad y con ello el bien común.


Asimismo, esta moda es una consecuencia directa de nuestra materialista e individualista sociedad, en la cual se ha extendido la falacia de que el ser humano es un ser tan autónomo e independiente, que no necesita de nadie para ser feliz. De ahí que el liberalismo individualista, que declara que cada persona es dueña y soberana de su libertad y destino, se haya abocado a promover y hasta a imponer, a través de leyes ilegítimas, multitud de errores y desvíos destruyendo, para ello, las estructuras e instituciones (principalmente el matrimonio natural) que limitan la llamada “realización personal”. Esta tiranía, de lo individual sobre el bien común, está destruyendo los vínculos sociales más fuertes y sólidos.


Además, los lazos sociales se han visto mermados, exponencialmente, debido al uso extendido de las redes sociales, las cuales, con la promesa de acercarnos a los lejanos nos han aislado de los cercanos, provocando una generalizada sensación de insatisfacción y vacío. No es casual que varias encuestas, realizadas en los Estados Unidos, han encontrado que casi la mitad de los adultos americanos expresan haber experimentado, en alguna etapa de sus vidas, un largo y profundo estado de ansiedad, aflicción y descontento, provocado por la soledad en la que viven. Una vez más se demuestra que las ideologías, por muy populares que sean, no pueden cambiar la realidad; los seres humanos somos seres sociales que necesitan y disfrutan de la compañía de otras personas. Desafortunadamente, hemos visto desde hace décadas un empeño, a nivel mundial, por menoscabar las más importantes instituciones sociales, especialmente el matrimonio.


Por ello, desde hace décadas, se promueve que la mujer encuentre su “realización” a través de cualquier cosa, excepto en la formación de su propia familia. Además, las relaciones románticas se han visto gravemente dañadas y con ello, aminoradas debido: al feminismo que sacó a la mujer de casa; a la revolución sexual que pervirtió a ambos sexos y a las medidas legales, cada vez más extendidas, en las cuales el hombre es culpable, en ocasiones aun cuando demuestre lo contrario. La revolución del “amor y la paz” trastocó el amor por encuentros casuales y destruyó la sana convivencia entre ambos sexos, dejando a cada vez más personas incapaces de establecer una sana relación con el sexo opuesto. No es casual que, quienes siguen la triste tendencia de “casarse consigo mismas” sean las mujeres, pues en nombre de su “liberación”, se les ha robado el anhelo natural de formar una familia, la cual, muchas, han sustituido por una profesión que tarde o temprano las deja con el deseo, insatisfecho, de ser amadas, profunda y verdaderamente, por un solo hombre con el cual formar una familia estable y bien avenida.


El rechazo a la complementariedad del hombre y la mujer así como la vana “ilusión” de independencia, aun entre los esposos que, fomentada por la anticoncepción y la aprobación del divorcio, eliminó la indisolubilidad del vínculo y redujo, cuando no eliminó, la prole; ha traído resultados catastróficos. Ya que, al sustituir el genuino y verdadero amor, por sentimientos, deseos y pasiones se debilitó el vínculo matrimonial el cual, reducido a contrato basado en la sola voluntad de los interesados, ha visto, no solo un incremento de las infidelidades y los divorcios sino que ha dado lugar a las llamadas nuevas familias: inestables, diversas y tan contrarias a la ley natural y divina que, hace solo unas cuantas décadas, su existencia hubiera sido inconcebible. No en vano las recientes tendencias de la poligamia y la sologamia así como los perniciosos errores y depravadas costumbres que hoy afectan y deforman a la institución matrimonial, son el resultado de una sociedad egoísta y narcisista que, al rechazar a Dios que es el Amor mismo, camina, sin esperanza alguna, hacia su propia ruina.


Nuestro mundo, en el cual impera el egocentrismo y la desesperanza, está sediento del verdadero amor que se entrega sin medida y sin pedir nada a cambio. Ese que nos eleva por encima de todas las creaturas y nos asemeja a Dios. El amor que nutre el matrimonio cristiano que, elevado a sacramento por Cristo, une a dos individuos que se entregan fecunda y generosamente, buscando el bien del ser amado, tanto en cuerpo como en alma, hasta que la muerte los separe. Solo bajo esa institución sagrada se podrán formar familias que otorguen al mundo lo que a éste, tanta falta le hace; la fe, la esperanza y la caridad cristianas.

 
 
 

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