“UNA OPCION ENGAÑOSA”
- daughterofcortes
- Oct 7, 2023
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Vivimos en tiempos de tan gran corrupción moral que, la mayoría de los centros educativos, se han convertido en lugares peligrosos en los cuales los alumnos, desde la más tierna edad, son aleccionados con perversas ideologías, la mayoría de las ocasiones, sin el consentimiento ni conocimiento de los padres. Ante esta angustiosa realidad, muchos progenitores se sienten abrumados e impotentes para enfrentar lo que se antoja una descomunal batalla por preservar la inocencia, la bondad y hasta el sentido común de sus hijos. Debido a ello, algunos padres pudientes y otros que suplen la falta de caudal con miles de sacrificios, mandan a sus hijos a instituciones religiosas esperando que ahí, estén a salvo de nocivas ideologías, lo cual, desafortunadamente, no siempre es así. Otros, apoyados por unos cuantos políticos “ultraconservadores”, se conforman con ganar insignificantes batallas a través del llamado pin parental el cual permite a los padres conocer de antemano los materiales de educación sexual, a fin de otorgar o negar su consentimiento a que sus hijos reciban o no dicho contenido. Desafortunadamente, éste beneficia solo a unos cuantos pues solo excusa de asistir a los programas que contienen temas relacionados con la dañina ideología de género, a los hijos de quienes así lo solicitan.
A pesar de que muchas personas de buena voluntad defienden con gran convicción y vehemencia el mencionado pin parental, la realidad es que dicha herramienta es sumamente precaria pues se enfrenta a los poderosos promotores de la ideología de género (políticos, grandes medios, líderes y organismos internacionales) quienes alegando que la controvertida “educación sexual en la diversidad” no tiene otro objetivo que fomentar la tolerancia hacia diferentes puntos de vista y estilos de vida, están ganando la batalla imponiendo los “nuevos derechos humanos infantiles” que además, han sido elevados a leyes. Debido a ello, en cada vez más lugares el llamado pin parental está siendo impugnado con el falaz, mas astuto argumento, de que éste quita a los niños la “oportunidad de conocer nuevas identidades así como otras manifestaciones sexo afectivas y amorosas y además, se les quita a ellos mismos, la oportunidad de definirse y reconocerse a sí mismos fuera de las estructuras heteronormativas”. Esto, ha hecho que cada vez menos padres tengan la opción de excluir a sus hijos de lecciones destinadas a normalizar estilos de vida e identidades sexuales perversas y altamente destructivas.
Si bien es cierto que, actualmente, el problema se ha agudizado de manera demencial, la realidad es que la guerra por la mente, y por las almas, de los niños y jóvenes lleva décadas fraguándose. El primer e indispensable paso, consistió en expulsar a Dios de las aulas a fin de eliminar o, en su defecto, de diluir y tergiversar poco a poco, las enseñanzas morales cristianas. La sociedad secular, y por lo mismo mundana, aceptó gustosa la introducción de los primeros temas de educación sexual en los planes de estudio para adolescentes, los cuales se vendieron, con gran astucia, como métodos de instrucción preventiva en materia sexual que contribuirían a posponer la iniciación sexual entre los jóvenes y con ello, los embarazos no deseados. Dicho proyecto, una vez aceptado en los colegios laicos, se fue popularizando a tal grado, que se introdujo, con pequeños cambios, en varios colegios religiosos.
Estos programas, basados en la psicología moderna que impulsa la autonomía, fomenta la autoestima y rechaza las enseñanzas de la iglesia (especialmente en lo concerniente a la realidad del pecado, a la inclinación del hombre a la concupiscencia y a la necesidad de la gracia para llevar una vida virtuosa) consiguieron que se hablara y discutiera abiertamente en las aulas, varias de ellas mixtas, sobre la sexualidad. Así, la llamada “educación sexual”, en lugar de promover la moral sexual natural; robó el pudor, la modestia y hasta la pureza de muchos jóvenes por varias generaciones y, al promover la liberación sexual, sembró además, la cizaña, para que en nuestros días germinase, la perversa ideología de género. Esta, siguiendo el mismo esquema, está siendo defendida bajo el aceptado término de educación sexual a la cual se le han agregado los vocablos de tolerancia y diversidad bajo los cuales se envenena y pervierte a niños y jóvenes ante los padres a los que se ha despojado de su natural derecho a transmitir a sus hijos; su fe y sus principios.
Desterramos a Dios de las aulas olvidando que una educación que rechaza la luz, el abrigo y la certeza del cristianismo acaba, tarde o temprano, abrazando ideologías viles y erróneas las cuales al ir en contra de la razón, son impuestas a través de leyes perversas pues, como lo advirtiera Chesterton: “La educación moderna significa imponer las costumbres de la minoría y desarraigar las costumbres de la mayoría.”
Ante esta guerra feroz, no podemos seguir luchando tibiamente contentándonos con echar un poco de agua al fuego de la inmoralidad que está destruyendo a innumerables familias y llevando a la sociedad a una ruina tal, que es evidente la ausencia de claros y sanos principios aun en los temas más fundamentales. Ante la gravedad de la situación necesitamos, parafraseando a Mons. Tihamér Tóth, “una regeneración, pero una regeneración espiritual, una regeneración moral. Necesitamos familias, padres, madres, hijos, que observen con fidelidad el decálogo. Familias en cuyo santuario sea respetado el Reino de Dios. Familias en que Cristo sea la ley. Familias que en medio de este mundo helado levanten la Cruz de Cristo, y por la Cruz de Cristo sean levantadas.”
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